Carlos Ávila, un apasionado por la ingeniería y la educación
- 31 May | 23
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Siempre quiso ser ingeniero civil. De allí que, a los 5 años de edad le encantaba construir casas con sus legos de colores; también le fascinaba mirar el trabajo pausado y exacto de las retroexcavadoras.
Carlos Ávila (Ibarra, 1967), el actual decano de la Facultad de Ciencias, Ingeniería y Construcción, estaba tan convencido de su vocación que no hubo espacio para pensar en otra carrera cuando se matriculó en la Escuela Politécnica Nacional.
Su primer contacto con el oficio fue a través de su padre, quien trabajaba involucrado en esa actividad. Así que el ejemplo de su progenitor le señaló el camino para que, al cabo del tiempo, se convierta en un profesional disruptivo y apasionado.
A más de la Ingeniería Civil, a Carlos Ávila le apasiona la educación. Lo segundo lo heredó de su madre, una dedicada profesora de primaria; de hecho, gracias a ella pudo incursionar en la enseñanza cuando cursaba sus primeros años de universidad, pues ella le permitió que en su aula dicte clases de Matemáticas y Geometría.
Sus padres tenían una idea fija: “la mejor herencia para los hijos es la educación”. Siendo así, terminado el colegio en Ibarra, Carlos Ávila empacó sus cosas y se trasladó a Quito. Su objetivo: estudiar Ingeniería Civil con especialidad en estructuras en la Escuela Politécnica Nacional. Tras ese título, le apostó a otro en ese mismo centro de estudios: Ingeniero en Sistemas de Computación e Informática.
Siempre se ha formado en espacios de educación demandantes y de alta calidad. Estudió en Japón, en el Gunma University (Graduate School of Engineering), donde obtuvo un master y un PhD en Ingeniería Civil. En ese país lejano vivió por 10 años, tiempo en el cual trabajó en proyectos de investigación y también como gerente técnico de una compañía de consultoría en procesos de simulación numérica.
Posteriormente se trasladó a Estados Unidos para especializarse en micro-mecánica computacional de geo-materiales y materiales granulares, en el California Institute of Technology y en el Northwestern University.
A lo largo de su trayectoria profesional, ha trabajado en el desarrollo de proyectos que le apasionan. Eso ha sido básico en su vida porque, agrega, “solo ahí me entrego al ciento por ciento”.
En Ecuador ha liderado algunos proyectos educativos: Rector fundador y Coordinador Académico en Universidad Regional Amazónica Ikiam. Fue el Coordinador Académico y Científico de la Universidad Tecnológica Yachay durante su proceso de creación. Antes fue investigador asociado y postdoctoral en el California Institute of Technology y Northwestern University.
El trabajo comprometido lo ha sabido matizar con otras pasiones: toca el piano y entrena trail running (carrera de montaña), un deporte que lo practica incluso en competencias internacionales. Hay tiempo para todo, solo es cuestión de organizarse, señala.
En esa planificación también tiene un espacio reservado para la lectura, sobre todo para obras de ‘realismo mágico’ y de historia (lo último que leyó fue la ‘Ecuador: historia de la República’, de Alfredo Pareja Diezcanseco). Sin embargo, en este último tiempo esa costumbre la ha postergado para dar prioridad al trabajo que debe hacer en la maestría que está cursando sobre Ciencia de Datos e Inteligencia Artificial (IA), en el Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Con satisfacción comenta que desarrolla investigación con IA desde hace más de 20 años. Su primer contacto con esa herramienta fue en 1997, a través del desarrollo de un proyecto con un profesor de la Politécnica que acababa de hacer un doctorado en el exterior. Luego, Carlos Ávila preparó un tema sobre el uso de la IA en la previsión de sismos, el cual le permitió ganar una beca del Gobierno Japonés.
Sus sueños, o como él los llama ‘sus Everest’, se han cumplido casi todos, solo le falta ser pianista y construir un sistema educativo que genere esas oportunidades que el Ecuador necesita para crecer y transformarse. Aquello se puede conseguir teniendo, acota, los objetivos claros, trabajando con pasión y comprometiéndose en lo que se hace. Eso es su credo.