Empoderar a las mujeres en el mundo de la ciencia, ese es el objetivo del artículo científico que Ana Karina Zambrano, directora del Centro de Investigación Genérica y Genómica de la UTE, que publicó hace unos días en la revista Plos Computational Biology.

La investigación también tuvo el aporte de otros científicos de nuestra Universidad y del extranjero: Patricia Guevara-Ramírez, Viviana Ruiz-Pozo, Santiago Cadena-Ullauri, Gabriela Salazar-Navas, Ana Acosta-Bedon y José Villa-Vázquez (ilustraciones).

Dentro de la propuesta se diseñaron 10 reglas simples sobre cómo la sociedad podría cambiar y prevenir las diferencias de género para empoderar a las mujeres en una comunidad STEM equitativa; o sea, apegadas a la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.

Aquello urge porque, según el progreso en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), las mujeres ocuparon solo el 28 % de los puestos de trabajo en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM) en el 2021. Otro dato: de 616 premios Nobel entre 1901 y 2019 en física, ciencia, medicina y fisiología, solo 19 fueron otorgados a mujeres.

Obviamente que las 10 reglas planteadas en el artículo científico publicado en Plos Computational Biology no son las únicas para ser una investigadora STEM empoderada, apunta Zambrano, “pero las que figuran puede servir para generar políticas que contribuyan a la participación de las mujeres en la ciencia”.

La primera regla habla de ‘Evite el Efecto Matilde’, el sesgo que niega el reconocimiento al trabajo de las mujeres, por ello los gobiernos e instituciones deben trabajar en una sociedad inclusiva con iniciativas que aseguren su reconocimiento, cuenta Zambrano.

‘Empoderar a otras mujeres a través de la solidaridad entre ellas’ es la segunda regla y ‘Colaborar con otros grupos de investigación, organizaciones e instituciones’ es la tercera. En los dos casos la idea es apalancar su trabajo y no disgregarlo a través de la orientación y el consejo entre pares.

Las reglas cuatro y cinco se refieren a ‘Investiga y publica’ y ‘Pide ayuda, ser una mujer científica independiente no significa hacer todo por tu cuenta’. En cambio, la seis habla sobre ‘Deja los prejuicios – No te sientas diferente por ser mujer’.

Por su parte, la siete se centra en ‘Fomentar la educación STEM’; la ocho en ‘Equilibrar el tiempo para desempeñar roles en la sociedad y la familia’; la nueve en ‘Recuerda que nunca es demasiado tarde’ y la 10: ‘Recuerda nuestras capacidades y fortalezas’.

La elaboración del artículo científico se prolongó por un año, rememora Zambrano; también agradece a la UTE por apoyar a las investigadoras, impulsar campañas y abrir espacios para concientizar a la comunidad sobre la igualdad de género. 

Al final, apunta que la investigación fue escrita -entre otras cosas- para inspirar a todas las niñas que sueñan con ser científicas, en especial a Samantha Vásquez, Rafaella Simancas y Julia Palacios, pequeñas de entre ocho y 12 años, quienes escribieron cartas hablando de su amor por la ciencia y su deseo ferviente de ser científica. 

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