A sus 46 años, Edith Freeze es una ecuatoriana que ha logrado destacar en la comunidad científica de Chicago, Estados Unidos. Nacida en Quito, pero con profundas raíces en Amaguaña, ha labrado un camino de desafíos y logros, desde su formación en la Universidad UTE hasta su trabajo actual en la Universidad Northwestern y la Fundación Pachacamak.

Estudió la carrera de Ingeniería Financiera en la UTE en Quito, en 1997. Recuerda que era la pionera en esa rama. «Tengo mucho cariño a mi Universidad, grandiosa, con buenos profesores, especialmente en matemáticas. Me enseñó a ser persistente», menciona Freeze con orgullo. Su formación le proporcionó las herramientas para enfrentar los retos que más tarde encontraría en su vida profesional en Estados Unidos.

En 1999, Edith viajó a Estados Unidos, donde inicialmente estudió y trabajó en pasantías, incluyendo una en el Swissotel en Nueva York. La barrera del idioma fue uno de los mayores desafíos que enfrentó, pero hoy eso quedó en el pasado. Habla perfectamente inglés. «Tuve que aprender para poder integrarme y avanzar en mi carrera», relata. Su decisión de trasladarse posteriormente a Chicago, una ciudad más asequible que Nueva York, fue clave para su desarrollo profesional.

También es la fundadora de la Fundación Pachacamak, una organización sin fines de lucro que funciona desde 2003, pero que fue legalizada en 2011. Esta nació de su deseo de conectarse con sus raíces ancestrales y promover la cultura ecuatoriana. «Comenzamos a enaltecer nuestras tradiciones indígenas a través de la danza, el idioma quechua y la educación cultural en escuelas y museos de Chicago», explica Freeze. La fundación ha crecido, ofreciendo programas que no solo preservan la cultura, sino que también abogan por la justicia social y la protección del medio ambiente.

Uno de los proyectos más destacados de la Fundación Pachacamak es Yaku, que en quichua significa agua. El objetivo es proteger y conservar el agua de Chicago. «Estamos creando una base de datos sobre la contaminación en las playas de esa ciudad en Estados Unidos para cambiar las regulaciones y proteger mejor estos espacios naturales», comenta. Este proyecto refleja su compromiso con la ciencia comunitaria, donde la investigación se centra en las necesidades específicas de las comunidades locales, particularmente aquellas que están marginadas.

“Hay muchas comunidades, y las minorías, como los latinos e indígenas, se concentran en diferentes vecindarios”, señala. Su trabajo como científica comunitaria busca precisamente romper esas barreras, asegurando que todos los grupos, independientemente de su situación económica, sean incluidos en los estudios e investigaciones que impactan directamente en su salud y bienestar.

En la Universidad Northwestern, ha trabajado en varios proyectos de investigación, uno de los cuales se centró en la salud mental de niños maltratados. «Nos dimos cuenta de que había una gran discrepancia en la distribución de clínicas en Chicago. Con base en nuestro análisis estadístico, logramos abrir más clínicas en áreas donde la demanda era mayor (…) Hicimos noticia», detalla Freeze. Este proyecto tuvo un impacto significativo, mejorando el acceso a servicios de salud mental para niños en comunidades segregadas.

La labor de Freeze en Northwestern no se limita a la investigación estadística; también actúa como un puente entre la ciencia y las comunidades diversas de Chicago. «Es crucial incluir a todos los grupos diversos en la investigación para obtener información certera y útil”, afirma. Su trabajo incluye traducir la información científica en términos accesibles para que las comunidades puedan comprender y utilizar estos conocimientos.

El camino de Edith Freeze no ha sido fácil. Ahora es Licenciada en Negocios de la Economía de la Universidad DePaul, donde logró validar los créditos de la carrera de la UTE. Y tiene su maestría en Economía y Políticas de Análisis.  Desde su llegada a Estados Unidos, ha tenido que aplicar a innumerables empleos antes de conseguir su posición actual en Northwestern. «He aplicado tantas veces, más de 100 veces, antes de conseguir el trabajo en Northwestern, que fue mi aplicación número 56», recuerda Freeze. Sin embargo, su perseverancia, junto con su sólida formación académica, le ha permitido superar estos desafíos y destacarse en su campo.

Para Freeze, la educación ha sido fundamental en su éxito. «Estudiar me ha abierto muchas puertas, y saber otro idioma, como el inglés, es primordial», afirma. A pesar de vivir en el extranjero, Freeze nunca ha perdido su conexión con Ecuador. A través de la Fundación Pachacamak, ha encontrado una manera de mantener viva su herencia cultural mientras contribuye al bienestar de las comunidades en Chicago.

La historia de esta científica y madre ecuatoriana es un ejemplo inspirador para quienes buscan hacer una diferencia en el extranjero. Su dedicación a la ciencia, su compromiso con la comunidad y su orgullo por sus raíces culturales, gracias a sus padres y abuelos, la convierten en una figura destacada. «Los ecuatorianos somos personas maravillosas con raíces fuertes, y eso es lo que nos impulsa a querer siempre más», concluye Freeze.

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